A Nietzsche y al río
En la
estación general San Martín  
me
paso del lado del pasillo al de la ventana 
mientras
quisiera escribir que viajo
mientras
viajo. 
Del
lado público interactivo 
al
lado privado receptivo 
este
colectivo hoy es
el lugar
por donde 
quisiera
llevarte en el poema. 
En la
estación general San Martín 
una
nena saluda a alguien 
que
viaja aquí pero no conmigo 
se
saluda a todo lo que se va 
mientras
nosotros 
consumimos
el adiós 
cómo
un partido de tenis. 
Faltan
dos pueblos 
pero
ya no se
por
donde voy a llegar 
siempre
a
donde quiero.-
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Me
gusta usar campera porque al igual que muchas cosas sirven para sentir calor y
abrigo en la penumbra cuando aún no prenden las luces por la calle San Pedro
como un buzo o un pullover y al igual que muchas otras cosas representan o dan
cuenta de un lugar o un estrato o una pertenencia como lo muestran las llaves
de auto y los relojes de pulsera las zapas deportivas los ojos verdes de esos
perros que ladran los caballos flacos y también como otras cosas tienen colores
y aroma como lo florido de ese cordón cuneta y más allá el río y más acá el
pasto que cortan los señores pero a diferencia de otras cosas sirven para
meterse dentro abriendo desde el pecho y en eso se parecen a este poema dónde
te cuento de una campera y una penumbra que salta del alumbrado dónde me comparo
con una campera y te propongo que uses el poema vieras que calor que
pertenencia que color y aroma tendrá este poema entonces si lo usas como eso y
te metes desde el pecho y no temes a los alumbrados ni los perros que ladran
caballos flacos si solo le guardas en los bolsillos de la campera las palabras
perfectas que se pronuncian los sábados fríos junto al celular y la billetera y
el catarro y este mundo y ese otro mundo en bolsillos distintos para no sacar
este mundo cuando estes usando el poema porque con este poema quisiera que
también pudieras guardar esos otros mundos donde te digo que la calle San Pedro
es muy bonita aunque no le conozcas ni a su alumbrado ni a su briza.-
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Y no
es que no sea grandioso 
pasear
por río tercero con su nublés y su apatía 
aquí 
donde
los patios lindantes son un tumulto de nadies
donde
conozco el mate favorito de todos los vecinos. 
Y no
es que no sea grandioso 
la
esquina de yapeyu roldan
donde
se acumulan las rosas chinas grandes 
rojas
y poderosas
mientras
motos y autos pasan
para
el festejo de aquellos perros, 
extrañar
a una o dos personas que no son de por acá 
y querer 
realmente
querer
pasear
por atrás del tiempo. 
Y no
es que no sea grandioso 
escuchar
los colgantes entre las macetas 
sacudirse
en el viento
fumarme
la vida entre una cortina y una puerta corrediza 
salpicar
agua del lado de adentro de la pieza
y de
la calma.
Pero
no es grandioso.
Si la
nublés y la apatía te miran de reojo 
si los
patios y los mates no se te invitan
si las
rosas chinas no te apabullan en la casa
si se
comprende 
que la
permanencia y la pertenencia 
son
necesidades de finitud 
¿Dónde
ya no está mi hogar?