Llegamos al corazón de una
ventana y vemos
lo poco que del amor
cura pero no puedo ver la esperanza.
no encuentro en esa
ventana un árbol verde inmenso
que tape mi pena y le de
sombra y cobijo
un árbol grande verde
como las alas de una mantis.
Por mi ventana se ve el
lavadero de la cocina
y el terrible sonido monótono
de un transformador energético
que ruge como un león
moderno y quema y aúlla
a los aviones perdidos que
queman mi flequillo
y apaciguan el hambre de
los niños que se envuelven
en la manta turbia del
zócalo.
A lo alto del Bellas
Artes subiendo por las Alamedas, y no
las que se abrirán sino
otras, terribles, cerradas, llenas de
fuentes balbuceantes,
duermen miles de otras ventanas
que no me tienen a mi
para apreciar su vista a sus árboles
verdes inmensos casi sin
sangre / ya han sido lavados por ellas
caen sin prisa las gotas
redondas sobre
los árboles de Chapultepec
un lunes nocturnal
donde las marejadas de
ideas se percatan, se tejen,
pero no entran en un
contacto sustantivo jamás con los edificios
y se huele el miedo y se
arde la cara de la tarde al sol y
la noche a la costuras
de una aguja corva y tristísima que atisba
por entre el smog como
la espada de un torero o un corsario
como las ramas de los
árboles o lo negro de la noche
que abraza las poquísimas
estrellas con inmensidad sobrepoblada.
llegamos al corazón de
la ventana
al beso del vidrio con
el vidrio por el vidrio
al talante separatista
entre vos y el mundo
entre vos y yo
entre esos árboles y
esos edificios
entre toda nuestra culpa
por donde no se ve por
mi ventana
la esperanza de mexico.
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